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Optimización del Movimiento

Nuestro intervención de Fisioterapia Hispanidad ha de tener unos objetivos funcionales, tales como conseguir que el paciente se incline, camine, salte o corra mejor, sea capaz de bajar los platos de una estantería, levantar las bolsas de la compra, estar 8 horas al día delante del ordenador o conduciendo un camión, chutar el balón o darle a una pelota de golf, etc.

Para tal fin debemos de tener en cuenta la interacción entre los sistemas musculoesqueléticos, la modulación del dolor por el sistema nervioso, el apoyo de los sistema cardiovascular, respiratorio y metabólico, sin pasar por alto las influencias de la biomecánica.

En nuestras estrategias de intervención tratamos de crear condiciones óptimas adaptadas a cada individuo, para generar un equilibrio en el cuerpo ajustando la dosis del movimiento, las cargas, la intensidad, las frecuencias etc.

Promovemos la autosuficiencia del paciente modificando la percepción que tiene éste sobre la lesión, empleando intervenciones manuales (terapias pasivas) y/o educativas para normalizar la función corporal o estimular los sensores del sistema nervioso con el objetivo de desensibilizarlo en síndromes dolorosos.

Pero el fin último de la intervención es recuperar o reentrenar el movimiento, no los tejidos, músculos o articulaciones.

El objetivo es reforzar patrones de movimientos normales con los ejercicios, añadir cargas, velocidad, resistencias, etc., dependiendo de las características y necesidades individuales del paciente.

Optimización del movimiento, Fisioterapia Fuengirola

Sabemos que en condiciones de dolor, inflamación o proceso de cicatrización, el movimiento se ve afectado.

Estos cambios pueden ser sutiles en la coordinación muscular, o incluso completa evitación de la función (movimiento).

En la recuperación de los síndromes dolorosos, sean estos por una lesión aguda o un proceso crónico, siempre incentivamos a los pacientes, desde Fisioterapia Hispanidad, que empiecen a moverse de forma gradual y segura lo más pronto posible.

Estas recomendaciones pueden incluir la vuelta a la actividad física normal o algún ejercicio más específico para la patología actual del individuo.

Sin embargo, sabemos que en presencia del dolor la forma en la que la persona se mueve o realiza un determinado movimiento está alterada.

Y ¿por qué ocurre esto? La verdad es que aún no lo sabemos con exactitud y las explicaciones podrían ser varias o la combinación de todas estas:

  1. Activación de un mecanismo de protección para no seguir lesionándose.
  2. Procesos cognitivos/mentales aprendidos para evitar el movimiento.
  3. Cambios en las estructuras nerviosas (cerebro) como consecuencia de o como respuesta al dolor, etc…

La verdad es que la respuesta es mucho más compleja, porque en los mecanismos del dolor nada es tan simple como 2+2 y existen aún muchas aspectos que desconocemos. Pero lo que sí sabemos es que la mejor forma de manejar estos síndromes doloroso es la reanudación y mantenimiento de la actividad física.

Con frecuencia en estos casos se produce el efecto de la pescadilla que se muerde la cola: la persona tiene dolor y deja de moverse, al no moverse paulatinamente pierde condición física y al intentar moverse más, le duele más porque la capacidad de sus tejidos ya no es la misma que antes, por tanto deja de intentarlo y sigue perdiendo la capacidad física y así en espiral hasta una gradual pérdida de la calidad de vida.

Todas las revisiones y guías médicas modernas aconsejan volver a la actividad física de forma gradual y segura, en contra de la creencia popular de que hay que mantener el reposo absoluto.

Sírvase de ejemplo, que cuando tenemos un episodio de dolor lumbar agudo, en los primeros días aconsejamos guardar reposo relativo, manteniendo, en la medida de lo posible, una ligera actividad.

En las primeras horas o días tras la lesión, el cuerpo está sometido al proceso inflamatorio, siendo éste un mecanismo de reparación del que disponemos para recuperarnos. A medida que pasan los días, es altamente recomendable empezar a realizar movimientos ligeros, paseos cortos, ejercicios suaves y así gradualmente hasta una completa recuperación de la función.

El movimiento en este caso es la mejora medicina que tenemos para abordar estos episodios dolorosos. Además sabemos que el ejercicio tiene un efectos analgésico y ayuda a prevenir que el problema se convierta en una patología crónica.

En procesos crónicos la forma de abordar el problema cambia. Entre otros, tenemos que actuar sobre los aspectos psicológicos del enfermo, tales como quinesiofobia (miedo al movimiento, “tengo miedo de moverme porque cada vez que lo hago después me duele”), conductas de miedo-evitación (“si me muevo me voy a lesionar, así que evito cualquier movimiento”), catastrofismo (“nunca me voy a recuperar de esto”), etc…

Estas conductas y pensamientos entorpecen con frecuencia el proceso de recuperación. Por eso, utilizamos distintos métodos de intervención, tales como exposición gradual a la actividad, técnicas de distracción, de imaginería motora, meditación, etc. El fin es empezar desde los movimientos más básicos y progresar paulatinamente hasta los más complejos, para así “convencer” al sistema nervioso del enfermo de que es seguro volver a moverse.

Convertimos el ejercicios físico en la propia medicina.

El movimiento es la principal diferencia entre los animales y las plantas. De hecho, según la teoría evolutiva, los seres vivos pertenecientes al reino animalia hemos desarrollado un sistema nervioso tan complejo para poder desplazarnos, con dos principales fines, el de alimentarnos y de pasar nuestros genes a la siguiente generación.

El movimiento es lo que nos ha ayudado a sobrevivir, a alimentarnos, a relacionarnos, a comunicarnos entre nosotros, y un largo etc. En resumen, a ser lo que somos.

Nacemos con una preprogramación de movimientos en nuestros cerebros y lo desarrollamos a medida que nuestro sistema nervioso madura. Muchos de los movimientos los hacemos de forma refleja, sin pensar en ello.

Por ejemplo, respirar. Para dominar otros, necesitamos largas horas de aprendizaje y práctica, hasta que se convierten en automáticos. Por ejemplo, montar en bici, escribir con un bolígrafo, chutar.

La gran mayoría de los movimientos tienen un objetivo funcional. Así, la destreza manual que desarrolla una persona que hace punto de cruz no es la misma que la de un jugador de baloncesto. Un funambulista a base de práctica repetitiva y tal vez, ciertas características genéticas, tiene altamente desarrollado el sentido del equilibrio.

Pero ese sentido del equilibrio es muy diferente a aquel desarrollado por un marinero que pasar 9 meses al año en alta mar.

Por tanto, no existe tal concepto como “movimiento óptimo”, o “movimiento correcto”.

Todo depende de las características individuales de cada persona, de su ocupación, sexo, edad, disciplina deportiva practicada, hábitos de vida y actividades diarias. Por eso, en toda actuación dirigida hacia la recuperación funcional, se han de tener en cuenta estos y otros aspectos propios del individuo. Tenemos que:

  • Ajustar las recomendaciones de tratamiento con ejercicio a estos criterios para optimizar el aprendizaje motor.
  • Modificar los comportamientos que optimicen el movimiento general del paciente.
  • Fomentar una recuperación segura.
  • Prevención de los futuras recaídas a corto, medio y largo plazo.

En resumen, el movimiento óptimo o correcto es algo individual y personal, propio de cada ser humano y lo tenemos que tener en cuenta cuando prescribimos un ejercicio terapéutico o correctivo en Fisioterapia Hispanidad Fuengirola.